A metáfora da consciência

Por dR Jorge Carvajal Posada

La materia está habitada por algo inmaterial que se insinúa detrás de
formas, propiedades y números, y pareciera aportar cualidad y
propósito a cada cosa. Vibraciones, algoritmos, resonancias, analogías
e isomorfismos nos permiten presentir en cada grano de materia un
punto de anclaje y de pasaje de un océano de vida.

El río de la evolución con todos sus afluentes y el mar de la unidad
al que se dirige tendrían una sola esencia: la conciencia. Esa esencia
sería el componente de los quarks y las galaxias; la conciencia daría
al vacío su plenitud de posibilidades y haría de cada punto del
espacio el sitio de cruce de múltiples hilos o dimensiones de un
tejido dinámico que se teje a si mismo en cada instante.

Tal vez sea la consciencia ese campo unificado que buscamos y
constituya una matriz virtual subyacente a todas las interacciones. En
esta visión expandida la conciencia es esencia del amor y del dolor,
del apego y de la libertad. Es sustancia de la partícula y sus
interacciones; es el campo relacional en todas las relaciones. La
conciencia llevaría así implícita la tendencia hacia la unión, como un
campo invisible y omnipresente de relación. En ese campo de conciencia
nacemos, soñamos, aprendemos, crecemos, morimos, renacemos.

Podríamos asimilar los reinos de la naturaleza a estados evolutivos de
la conciencia. Con el ascenso a niveles sucesivamente emergentes y
cada vez más incluyentes, los estados superiores de conciencia pueden
así jalonar el proceso ascendente y dar cuenta de cómo toda la
evolución asciende.

En esta perspectiva la progresiva emergencia de lo humano como el
nivel evolutivo en que la conciencia se hace consciente de si misma,
nos permite vislumbrar el paisaje de fondo de una evolución, en la que
la humanidad asciende hacia si misma con todos los reinos de la
tierra. Conciencia de la conciencia, todas las facetas de la evolución
se conjugan en el hombre para ascender al nivel superior, el quinto
reino o reino del alma.

Seríamos así la evidencia de un sendero de regreso, hollado antes de
nosotros por esos héroes interiores que señalaron con sus propios
pasos, la posibilidad de un camino espiritual a través del ser humano.
La humanización es el proceso de la creación en el que la criatura
participa conscientemente del rol del Creador. El hombre crea. Recrea
la vida. Esto implica la renovación de antiguas formas y la adaptación
del plan evolutivo a las condiciones del presente. La naturaleza se
actualiza en el hombre. El hombre actualiza la naturaleza -sembramos
conciencia- Cosechamos una conciencia expandida y con las mejores
semillas escogidas renovamos la siembra. Así toda la naturaleza se
renueva.

Cada acción consciente es una señal en el sendero para todos aquellos
o aquello que aún remotamente nos han de suceder, ya sea el hijo que
prolonga nuestra vida, la piedra que pisamos, el perro que nos mira o
la flor que nos brinda su aroma.

Cuando este proceso evolutivo se acelera en ese punto crucial en que
la conciencia se hace reflexiva volviéndose sobre si misma, la espiral
evolutiva gira cada vez más rápidamente, hasta un nivel crítico de la
evolución, en que los espacios se comprimen en el punto y los tiempos
se funden en el instante. En ese espacio-tiempo de infinita densidad,
la sincronicidad y la no localidad son propiedades emergentes de una
conciencia que resuelve el misterio de tiempos y distancias en la
quinta esencia del alma. Cesa entonces el movimiento de la conciencia
y en el punto cero del presente la quietud y el silencio revelan la
desnudez del ser.

Somos el encuentro de posibilidades infinitas de la conciencia
evolutiva, con la que nuestra propia conciencia puede interactuar. La
conciencia, el observador, el alma, interactúan con el campo cuántico
para emerger al mundo tangible. La conciencia alcanza así su faceta
creadora.

La conciencia fluye en la gran cadena de la vida, encadenando todo al
número, a las matemáticas, a la geometría, a la psicología, a la
ciencia y en particular a ese arte sublime del regreso por el sendero
de la unión que pareciera ser la religión del amor. Todo en todo, lo
minúsculo en la esencia de lo más expandido, el programa del
macrocosmos aún implícito en el punto infinitesimal del vacío, es
conciencia, ora expandida y desplegada, ora implicada e infinitamente
contraída.

En el instante cósmico en el que el camino de regreso de la naturaleza
pasa a través del cuarto reino, la conciencia se hace reflexiva y es
consciente de sí misma.

La conciencia despierta la conciencia. Cuando el científico investiga,
descubre las leyes de la naturaleza y revela las propiedades de los
elementos, la conciencia viaja al fondo de sí misma y se despierta.

La conciencia de la conciencia o conciencia reflexiva es una cualidad
especial que empieza ya a manifestarse en la evolución con la
capacidad que tiene la vida de auto-recrearse. Esta autopoiesis es
catalizada por la conciencia de la conciencia, inherente a aquello que
es humano. El ser humano es un catalizador de la evolución, un punto
centro-reunión de los tres reinos de la naturaleza, un espacio-tiempo
sagrado y especial donde se pueden revelar las fuerzas implícitas del
amor, que han conducido la creación por el progresivo sendero de la
fusión.

Jorge Carvajal Posada

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